Sociología de la educación
Las cosas no son lo que parecen

La morfología social de los agentes educativos

Las características sociales del profesorado de cada centro constituyen la morfología social del mismo y, como pudiera pensarse por su papel de agente activo en el proceso de enseñanza aprendizaje, tienen una gran importancia en la determinación del clima escolar.

Es fácil imaginar que la composición de género, la edad y la ideología del profesorado influyan en la conformación del clima que reina en los centros educativos.

También lo hacen el origen social y la ubicación en la estructura social en relación al entorno en el que se asiente el centro, teniendo mayor o menor carácter de extraños sociológicos que se les atribuye: según la distancia social entre profesores y familias. En ese sentido se consideran, igualmente, la antigüedad en el centro y el arraigo en el barrio o localidad en que se asiente el centro.

 Un referente clave de la contribución del profesorado al clima escolar es la sala de profesores, un área privada y lugar privilegiado de interacciones en los centros docentes. Allí, los profesores y profesoras manifiestan y liberan las tensiones acumuladas por el trabajo docente y su alumnado, al tiempo que intercambian información sobre ellos y conversan de temas relacionados con su trabajo profesional y la sociedad en que se insertan.

Se trata de un espacio reservado, de gran importancia para la marcha personal y colectiva del profesorado, ya que aglutina voluntades y neutraliza las tensiones, median te el humor y la risa: momentos de asueto que poseen una función de solidaridad y reforzamiento de la identidad del grupo. Se puede hablar de una zona de relajamiento o válvula de escape de las tensiones acumuladas durante los períodos lectivos.

En referencia a la morfología del alumnado, sus subculturas escolares surgen de una actitud de resistencia al currículum oficial y la violencia simbólica que conlleva su inculcación, una violencia que es mayor cuanto mayor es la distancia entre la cultura oficial de la escuela y la que traiga de su familia el alumnado, y que genera la correspondiente resistencia, cuando los alumnos se polarizan en torno a esas culturas traídas de sus ámbitos sociales respectivos.

Tales culturas suelen recibir la denominación de subculturas, por su procedencia de un subconjunto social específico y que podemos ver en torno a las diferentes maneras de vestir o comportarse que utilizan recursos extraescolares para resistir la autoridad y el orden de la escuela.

A la cultura oficial se le oponen, por tanto, una serie de culturas más o menos distantes de ella y aportadas por los grupos de alumnos desde sus medios sociales.

 Todas estas aportaciones culturales, resistentes o contribuyentes netas al currículum oficial, hacen de la escuela un espacio de producción cultural o de encuentro y lucha entre la cultura oficial o dominante y las culturas dominadas del alumnado que resiste esa dominación.


 
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